De repente le dio por no volver a pensar, descubrió que las ideas corroían su imaginación y no le dejaban crear con libertad: No podía pintar sin ahogarse en la reflexión absurda de si alguien ya habría pintado lo mismo; no podía escribir poemas sin preguntarse si tendrían (o deberían tener) algún sentido político, ya había escuchado que el escritor no puede mantenerse cómodamente fuera de alguna tendencia, ¿a quién estaría ofendiendo esta vez? Los poemas, terminaban siendo una larga carta de disculpa previa a cualquier ofensa, pero ésta se había esfumado en el olvido, quedando muy atrás de tantas preocupaciones absurdas que ahora enterraban para siempre la genial metáfora que, para empezar, lo había puesto a escribir.
Ya no más. Basta de raciocinio inútil, el verdadero artista debe aprender a dejarse llevar por los infortunios con la sonrisa más ingenua (porque será fuente de inspiración), a no preguntarse nunca si su genialidad es realmente única o especial; sólo saber que un buen día se levantó de la cama con la melodía más hermosa, la fotografía más sensible, el cuento más gracioso, pegado en el cuerpo como si fuera una lagaña raspando los párpados. Dejarse guiar por el impulso de retirarla del sistema y soltarla al mundo para que la juzgue como mejor le plazca ¡A quién le importa la crítica o las estúpidas reglas de la estética! Lo importante es dejarse drogar por la ventura, fumársela toda hasta toser y morirse de la risa pensando en lo fácil que es el libre albedrío cuando uno se guía por la pura belleza de sentirse flotando entre circunstancias.
Por supuesto, no está nada mal eso de no pensar -pensaban los demás-, pero entre circunstancia y circunstancia tampoco se puede dejar de lado las rutinas de pensador. Bañarse todos los días por ejemplo, uno puede divagar medio pacheco por la vida pero de vez en cuando es necesario voltear y atender la higiene personal: ya no lo dejan exponer a uno en cualquier galería vestido con harapos y oliendo severamente a perro mojado. También el artista come, y no cualquier cosa. Tampoco es posible dejar de pensar de manera absoluta porque las demandas por plagio, la mayoría de las veces injustas, ya han salido caras. Además siempre hay que pensar detenidamente qué decir al presentarse en una editorial aspirando que a uno le publiquen un libro y por ende resuelva el asunto de la comida.
Igual, dejar de pensar es la mejor opción. Aunque el mundo ya nunca estará hecho para dejarse caer tranquilo en el estado comatoso de la emoción. Es un hecho, ahora el artista se predispone a todo, es el artificio de una quizá no tan buena idea que lo mantuvo célebre el resto de su vida, encadenado para no volver a flotar.
Ya no hay soñadores sólo papeleo.
11 de diciembre de 2006
Burocracia de artista
Charco de
Beatriz Pimentel
a la/s
10:22 p.m.
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7 comentarios:
De repente le dio por no volver a pensar...
Se continua perdiendo al final, ese él. O no queda claro que es el "artísta" en el caso, pero creo que no es ese del que hablas.
"no volver a pensar", suena muy interesante, puede ser, puede ser. Saludos.
Borraste el otro comentario. estoy ofendido. Pero el texto si me gusta. Pero eso no me quita lo ofendido.
yo creo hay de dos, el artista artificio y el de tripas... el de tripas hace uso del artificio, con gusto, el de artificio, entras y te vas sin nada... chido por el blogg... un saludo
Beatriz.
vine a leerte y dejarte buenos deseos para la navidad y días sucesivos.
Abrazos.
Monique.
Ciertamente no podemos vivir en la fantasía de "El lado oscuro del corazón"; esa es una visón romántico-bobalicona-fantasiosa de lo que el artista TIENE que ser. El artista, no importa si es un genio o un mediocre, también come, viste, calza y bebe, así que hay que corretear la chuleta. Por otro lado, creo que se puede ser, como alguien ya anotó, artista de tripas sin por ello perder el tuétano que mueve a la creación.
Por último, queridísima niña Betty, define este texto porque empieza como cuento pero en los párrafos intermedios parece ensayo pero casi al final parece nota de diario personal. El riesgo de hacer cuento filosófico (Sobretodo si no eres Milán Kundera o Unamuno) es que, o te puede salir un cuento aburrido, o te puede resultar un ensayo poco serio.
Sopesa ambas cosas y marca un equilibrio entre la historia y el análisis. Nota: leer a Monterroso, sobre todo sus fábulas.
Fe de erratas del último mensaje:
Perdón, me dejé llevar, no quise decir "cuento filosófico" (aunque lo estba pensando), lo que quise anotar es "cuento ensayístico"
Perdón, es que tengo sueñito, anoche no dormí más de dos horas.
Besitos
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