Yo supongo, y me aferro a creer, que detrás de las letras existen otras noches, otras miradas, otras verdades disfrazadas de insomnio y ciego palpitar de teclas: De repente se siente el espasmo de inspiración y vértigo, que me apresura por una hoja en blanco, como quien busca una bolsa para vomitar un poema. C H A R C O S: abril 2006

20 de abril de 2006

Tanteos nocturnos


Ya no pienses, busca. Algo encontrarás en los rincones del inconsciente. Recorre, escarba, ilumina trasfondos, arranca velos. No lleves cuenta de tus pasos, no te fijes por dónde; no te puedes perder. No te detengas, ni voltees a ver la sangre si tropiezas, sigue.
De repente, al ver un rincón más claro que el resto, ¡detente! No son alucinaciones por fatiga lo que se presenta ante tus ojos.
Siéntate, respira lento hasta sosegar tus latidos, recobra el aliento. Más tranquilo, abre todos los cajones. Ahí estará cualquier solución, encontrarás la llave que ha de abrirte caminos, los secretos de las lágrimas en desvelos; encontrarás la verdadera demencia tras la rutina.
Así concilia el sueño. Se desvanecen los embrollos de ideas, la penumbra, el fin del laberinto… Como si hubieses encontrado la respuesta en un papel, tu entorno se vuelve blanco y resplandeciente. Poco a poco tus ojos se acostumbran a la luz y te descubres en un lugar conocido. Las mismas calles y ventanas que envuelven tu casa, sólo que ahora se despliegan brumosas y en oníricos tonos púrpuras. Casi sientes que estás flotando, te transformas en gotas y la frescura del rocío te invade.
Prosigues tu caminata, aún buscando. Observas hasta qué grado se asemeja tu boceto al mundo verdadero, te preguntas qué tan tuyo es realmente; así descubrirás que la respuesta te llama. Cierra los ojos, deja que los pies dicten tus pasos, no te des cuenta de direcciones ni enredos, no hay necesidad.
Vuelve el resplandor. Al mirar te topas con una puerta, sube. No entiendes cómo estás subiendo si la puerta estaba cerrada, tal vez no existen las cerraduras. Ahora te encuentras en una alcoba, densa, como con aire propio, el de muchos objetos que respiran a su ritmo, y algo más. O alguien más.
Acércate, en una cama hay un cuerpo que suspira, una cara que conoces y que no siente tu presencia. La miras, le tocas el rostro y la espalda, te aproximas y percibes su aliento frío. Tus dedos húmedos dejan rastros luminosos en su piel. Ella se mueve inquieta sin saber si es mejor despertar o seguir dormida. Quizá también ella esté contigo caminando en sueños.
Súbitamente regresas, en un segundo recorres hacia atrás todos tus pasos; te da vértigo la prisa. De golpe algo te arroja de vuelta a la cama. Despiertas aún concentrado en tu ciudad violeta.
Te incorporas pensando: tal vez ella soñó que buscaba toda la noche, hasta encontrarte; quizás ahora tú también eres su respuesta.