Yo supongo, y me aferro a creer, que detrás de las letras existen otras noches, otras miradas, otras verdades disfrazadas de insomnio y ciego palpitar de teclas: De repente se siente el espasmo de inspiración y vértigo, que me apresura por una hoja en blanco, como quien busca una bolsa para vomitar un poema. C H A R C O S: Intuiciones

29 de octubre de 2005

Intuiciones

Estaba él sentado, esperando sin saber qué. El parque le acompañaba, con su viento, sus hojas, su desolación. Hasta los perros se olvidaron de ir a husmear la basura. Parecía el mundo entero girar alrededor del hombre.
Había decidido usar corbata y pantalón gris para verse distinguido, sombrero verde entre los dedos para darse un toque humorístico, y tendido a su lado, paciente, un chaquetón en vez de saco, quizá para no parecer viejo. Respiraba lento, mirando a ambos lados, manteniendo el rostro apacible, seguro que lo esperado aparecería pronto.
-Ella vendrá.- decía. Quién sería “ella”, ni él mismo estaba seguro. Sólo sabía, que al terminar la jornada laboral había tenido un presagio: debía esperar en alguna banca del parque, algo, no sabía qué. Supuso que con tal ambientación la espera traería una mujer, esa que ansiaba desde hacía tanto tiempo.
Hasta la imaginaba: natural, alegre, con tacones resonando en las piedras, o sin tacones, usaría mocasines; se reiría de la corbata y lo convencería de no volverla a usar nunca; notaría el sombrero, recordando noches de danzón y moriría por revivirlas con ese hombre de chaqueta tan juvenil ¡Qué bonita será! Y cómo la querrá él.
Hablaba en voz alta, con sus manos, sus pies, sin darse cuenta; pasaban las horas y nadie llegaba, sólo la noche.
Hizo frío y el hombre se puso el chaquetón. Su cara comenzaba a transformarse en melancolía, sin embargo seguía firme la intuición en su mente: algo tenía que ocurrir. Ya se sabe que los presagios suceden siempre por una razón, y bajo ninguna circunstancia se deben ignorar, aunque sólo causen la ruina.
El hombre empezó a preguntarse con timidez, si no estaría protagonizando una de tantas historias donde la espera se vuelve una vida. Qué aburrido, otra vez, uno más que se ilusiona en vano y lo único que llega es su triste final. Analizó detenidamente la posibilidad de abandonar su puesto y regresar al mundo real, donde los presagios no son más que fantasías de un viejo abandonado y triste o de una mujer de expectativas frustradas; quizá fuera una de esas la que vendría hoy a su encuentro.
Resoplando con cada vez más desesperación, consultando al cielo en busca de la hora, el hombre no se dio cuenta que alguien ya se había sentado a su lado. De repente sintió la tibieza de una respiración sobre sus manos. Se volteó, sorprendido: sobre su regazo había instalado medio cuerpo una gata amarilla y gorda que lo miraba con ojos entrecerrados. Gata de viuda, pensó el hombre.
Tomó al animal y lo alzó sobre su pecho, la gata comenzó a ronronear apoyando suavemente una de sus patas en la mejilla del hombre.
-¿Eres tú lo que vengo a buscar? ¿O vienes a esperar también?
Optó por lo segundo, dejó que la gata se sentara a su lado y aguardaron juntos; ésta, como si hubiera entendido la misión, paró las orejas y se puso a escrutar el parque.
Pasada otra hora, cayendo el ocaso en noche cerrada, el presagio del hombre comenzó a tornarse en sabia preocupación: No era prudente quedarse tanto tiempo y tan tarde en un lugar solitario; vaya, después de todo sabrá Dios cuánta gente descarrilada vendría a importunarle con asaltos, o incluso a hacer cosas raras en el refugio de la oscuridad. Además, quién sabe si a su mujer perfecta le gustarían los animales, quizá de ver a la gata se habría alejado sin siquiera dirigirle una mirada a él
El hombre miró a la gata con recelo, ésta dormía. Un prolongado suspiro del hombre la despertó. Los dos se miraron: ella con un maullido perezoso, el hombre con resignación. Arqueó las cejas y suspiró como rendido.-Bueno- dijo poniéndose de pie con la gata en brazos, -¿quién dice que esto no era un presagio? A lo mejor ni eres gata de viuda, quizá el viudo soy yo y tú eres la mujer que yo he estado anhelando, la mujer de mi vida que compartirá todo conmigo y me será fiel por el resto de sus días. Habrá que conseguirte tu cajita de arena


2 comentarios:

Alfredo Carrera dijo...

Señorita Beatriz Pimentel, le saludo. He leído con gran interés su texto "Hablando de Intuición", que de inicio no me parece el título indicado, le quiero decir que me agrada. Me agrada sobre toto el ritmo que tiene, no es escombrado, es ligero. Tengo ciertas observaciones que hacerle, será a su tiempo, hoy no, sobre algunos detalles, ojalá lo podamos discutir. Es un cuento lindo lindo como no se los conocía... algo raro le está pasando ¿Qué será?
En fin, hasta aquí mi mensaje, no sin antes mandarle un gran abrazo y un afectuoso saludos. Queda a sus ordenes Sr. Tetera Sádica

Iconoclasta camuflajeada dijo...

el Sr. Tetera lo ha dicho bien, lindo lindo :)

Saludos pequeña