y volar en vez de ahogarme en el llanto de mis alas tiesas. Deberías entender que por dentro llevo metales oxidados apresando mi vista en soledad. Ojalá no ardiera la lejanía del viento, para oler diluvios que me ofrecieran una voz en vez de una visión tan desolada. Quisiera que las ventanas se abrieran, para sacar la mitad del cuerpo y agitar los brazos, cerrar por fin los ojos que el cierzo congele los párpados, descansar en el abandono del vértigo. Ojalá pudiera evitar los sueños desde esta cáscara marchita; patear los muros y huir con la obstinada lentitud de quien busca otro escondite. |
20 de septiembre de 2005
Semblanza de un encierro
Charco de
Beatriz Pimentel
a la/s
12:50 a.m.
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