Yo supongo, y me aferro a creer, que detrás de las letras existen otras noches, otras miradas, otras verdades disfrazadas de insomnio y ciego palpitar de teclas: De repente se siente el espasmo de inspiración y vértigo, que me apresura por una hoja en blanco, como quien busca una bolsa para vomitar un poema. C H A R C O S: De bares y antros

7 de septiembre de 2005

De bares y antros


No soy el tipo de persona que frecuenta ya los "bares" citadinos, soy más chica de café y de raras fiestas particulares. Hace mucho que no entraba a uno de esos lugares donde la gente va específicamente a perder el sentido y un poco la identidad.
No se confunda, es un lugar muy específico del que estoy hablando, no por el nombre o ubicación sino por las cosas que suceden ahí.
Si uno tiene la suerte de llegar temprano, puede instalarse en el rincón, aquel desde el que se ve perfectamente como se va trasgiversando el ambiente. Siempre existe una semipenumbra en estos lugares, como advirtiendo al cliente que esta poca luz propiciará su estado alcohólico en cuanto salga del antro a enfrentarse con el alumbrado público. Poco a poco la multitud empieza a subir de nivel, como la marea sube en las grutas de la costa; de repente el aire se vuelve húmedo, casi se le puede ver. El panorama se convierte en una serie de cuerpos, o mejor dicho de cabezas y hombros, sin piernas ni pies; un conjunto difuso de cabezas sin rostro fijo, sólo uno que otro vestigio de un peinado extravagante o de lociones mareadoras. Zumbido de voces ininteligibles y por supuesto, música a todo volumen, mezclandose en el aire viciado, adornado de múltiples bocanadas que salen de aquí y allá para luego mezclarse en el techo.
No es un ambiente que me encante, pero hay que admitirlo: la cerveza o cualquier otra bebida tiene otro efecto aquí, incluso otro sabor; y no me refiero a posibles adulteraciones, sino al desenfreno que causa el etílico en un lugar cerrado, casi un sauna, desbordado de ruidos y de semianonimato. Euforia colectiva si uno se queda lo suficiente, o más bien, si trae suficiente capital para poder unirse a ese ambiente capaz de soportar la claustrofobia, la falta de aire, la banda mal ecualizada y la inevitable cercanía con otros seres disfrazados de belleza sabatina.

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