Yo supongo, y me aferro a creer, que detrás de las letras existen otras noches, otras miradas, otras verdades disfrazadas de insomnio y ciego palpitar de teclas: De repente se siente el espasmo de inspiración y vértigo, que me apresura por una hoja en blanco, como quien busca una bolsa para vomitar un poema. C H A R C O S: enero 2006

16 de enero de 2006

A donde vamos todos


Hay un lugar perdido de todo tiempo y espacio,
es tuyo, de nadie más; pero yo podría imaginarlo.
Es una colina verde como sólo las conocen los viejos escoceses,
floreado de rosas y jazmines, con grandes robles y pinos
sombreando cada cabaña de madera.
El viento perfumado trae cada hora una melodía:
Bach en las mañanas
Beethoven por las tardes
y al anochecer, cuando despunta la melancolía
cae Chopin junto con recuerdos vueltos lágrimas.
En las madrugadas, el canto de las golondrinas te impide dormir,
les compartes segunda voz tocando flamencos en tu guitarra
y las notas vuelan lejos de tu propia estancia tibia, hasta posarse
en las camas de quienes te acompañan en tu colina: primos, padres, amigos
que desde el sueño a punto de morir sonríen,
ya no tienen porqué extrañarte, ahora estás con ellos,
te tomaron de las manos llevándote hasta ese sitio donde te ayudan
a que paso a paso vayas creando cada mañana.
Pero esas notas viajan más lejos, hacia el tiempo, hacia lo gris,
penetrando en los oídos de los que visten de negro, los que todavía te añoran;
escuchan agitarse los ecos de tus cuerdas y se vuelven opacos sus rostros.
No imaginan tus cabañas sumidas en el pasto húmedo,
ni tus labios con aliento a chocolate, exhalando humos de tabaco exquisito,
sonriendo, siempre sonriendo, ya no hay dolor ni cadenas, la fe existe.
Entre voces de soprano y paisajes divinos, nadie se imagina que también a ti
alguna tristeza acongoja, varias caricias se ausentan de tu corazón,
te hacen estar incompleto en plena cúspide de tu dicha.
En esos momentos solitarios con el sol desapareciendo entre tus montañas,
entre sorbos de expresso te sientas y aguardas.
Esperas no aguardar demasiado, esperas de nuevo esas manos sobre las tuyas
labios con labios y pasteles tostados; risas y cuentos de aventuras,
tantas pupilas que no pueden verte, tantas caricias que no puedes dar.
Te quiero imaginar sonriente, esperando completarte,
mientras yo visto oscuro, entre bocanadas escucho tu voz, entre un suspiro y otro,
entre vagos recuerdos, escurre una lágrima
para que sepas que yo también te espero.