Yo supongo, y me aferro a creer, que detrás de las letras existen otras noches, otras miradas, otras verdades disfrazadas de insomnio y ciego palpitar de teclas: De repente se siente el espasmo de inspiración y vértigo, que me apresura por una hoja en blanco, como quien busca una bolsa para vomitar un poema. C H A R C O S: julio 2009

6 de julio de 2009

El último trago


En la noche todos los ojos
se cierran,
hasta que se cierran
por última vez.
Un poco antes
de desvanecerse
de todo hálito,
se mira alrededor,
se respira hondo el moho
de huellas perdidas
en la sonrisa de la soledad.
Toda vereda se vuelve próxima
luminosa, llena de claridad
sin más lejanía
que un próximo paso
cada vez más difícil de dar.
Entonces se está uno quieto
se da tiempo
todo el tiempo del mundo
para percibir las cosas
como si fuera la primera vez:
la silla que sostiene el cuerpo
llena de olor a cigarro y gente,
el humo que sale de la boca
entre palabras
y bocanadas azules,
como si nacieran sirenas.
Todos los murmullos
chocan contra las paredes
rebotan en los oídos
como la música del último compás.
Y los sabores:
la lengua tibia que danza
en el sabor amargo
de la cerveza,
el gusto metálico
de cada frase
articulada con tal precaución
de paloma herida
que todo se vuelve una certeza
ya nada más importa.
Ahí, en el vaso que se inclina
en el fondo del último trago
que parece durar para siempre
se encuentran todas las voces
las caras familiares
los corazones rotos
las bocas besadas
las risas, tantas risas.
Todo se cubre de abrazos
y mientras el trago espera su caída
dan ganas de dar un largo parpadeo
con tal arrullo de recuerdos,
como bostezo del tiempo,
en que las horas se fragmentan
en noche sin amanecer.
El trago cae, denso y fatal
llega por fin el parpadeo
y se detiene, para quedarse,
pero es sutil
y deja por un instante flotando
rostros sonrientes
brazos, muchos,
sobre los hombros;
antes de dar paso definitivo
a la quietud

de la oscuridad.