Yo supongo, y me aferro a creer, que detrás de las letras existen otras noches, otras miradas, otras verdades disfrazadas de insomnio y ciego palpitar de teclas: De repente se siente el espasmo de inspiración y vértigo, que me apresura por una hoja en blanco, como quien busca una bolsa para vomitar un poema. C H A R C O S: marzo 2007

11 de marzo de 2007

OBERTURA

En esa primera vez
pareció no existir conciencia
de lo que tramaban.
La música, la tenue luz
opacada por humo de cigarros,
el ardiente sabor dulzón en la boca,
miradas veloces colándose
entre un paso de baile y otro,
todo comenzó a fusionar el tiempo,
hasta soltarlos en el estado
de absoluto impulso.

Seduciéndose los pies al unísono,
los aromas embriagaron las mentes
en el extravío:
el perfume de ella
expandido fugaz en un giro
el aroma de él,
ineludible:
sándalo desbordado en la habitación,
en el presagio de un comienzo
que tal vez no perteneciera al azar.

Las manos,
dragones luchando entre brasas:
un roce en el hombro,
un dragón en el cuello,
otro en la espalda,
lamidas de lagarto,
resplandeciendo en el cuerpo.
Se apresaron mutuamente,
entre escamas brillantes
y alientos candentes:
la apertura del deseo.

La gente se fue desvaneciendo,
algunos realmente partían,
la mayor parte se marchaba
sólo en la mente de esos dos
inmersos en su danza.
Al fin quedaron solos.
Si fue soledad verdadera,
o sólo su percepción
hastiada de voces
que desapareció al mundo,
eso ya no importaba.

En un rincón de luz deshecha
los dragones se movieron
tan lentos como amenazantes,
embistiendo hacia dos rostros
cada vez más cercanos.
El fuego se encendió en las mejillas
ante la música en declive
y el espacio dejó de existir.
Labios en llamas,
un torrente de humedad.
Entonces desapareció todo.

Ella despertó en su cama,
lejos de luces tenues y humo.
Pero el sándalo persistía
y el recuerdo de dragones,
fantasmas bailando sobre ella
y dentro de ella,
junto con las últimas palabras:
augurios fugaces
de eso que tramaban,
de eso que quizás
inició todo.