Yo supongo, y me aferro a creer, que detrás de las letras existen otras noches, otras miradas, otras verdades disfrazadas de insomnio y ciego palpitar de teclas: De repente se siente el espasmo de inspiración y vértigo, que me apresura por una hoja en blanco, como quien busca una bolsa para vomitar un poema. C H A R C O S: diciembre 2006

31 de diciembre de 2006

Feliz Todo



A veces es gracioso cómo le sorprenden a uno esos trillados sentimientos de depresión o soledad en el momento más inapropiado, con las personas menos indicadas. en el lugar más recóndito; ese que uno pasó horas eligiendo de entre mil recovecos antidepresivos en un mapa.

De repente es año nuevo y uno no piensa en suicidarse, uno no piensa en propósitos ¿para qué? para mediados de marzo esas ideas apocalípticas o inútilmente positivas se habrán esfumado ante tantos recortes de presupuesto o finales de semestre. La verdad es que una noche como cualquiera uno se reúne con quien se deje y se embriaga medianamente después de medio empacharse con las sobras de la cena de navidad.

DE repente es año nuevo y lejos de cualquier expectativa me encuentro reflexionando sobre las dobles caras de la vida, la cobardía de la humanidad, inmersa en apabullante tecnología y observando a sus fieles vasallos, a punto de cenar tanto con conocidos como extraños, decidiendo cuál será el mejor alcohol para echar a perder doce uvas. Es decir: no hay mayor sorpresa. No habrá una estrella nueva, no estallará de intolerancia el mundo, no se nos revelará la verdad divina a las doce con un minuto. No pasará nada, sólo nos embriagaremos como cualquier otro fin de semana o cualquier noche cuyo día sucesor lo permita.

LA verdad lo único que permite que un año nuevo exista son esos propositos o ideas suicidas que a nadie preocupan y que nadie cumple. TAmbién es una excelente excusa para regalar esos calendarios que se abultan en las tiendas, o un reloj: Para que a nadie se le olvide que hay un día como todos los demás en el que nos reunimos para celebrar que nada ha cambiado y pretender que somos nosotros quienes cambiaremos aprovechando que inventamos una celebración precisamente para ello.

No es que no me alegre, no es que esté sentada sola y miserable refunfuñando contra cuantos no se han comportado como yo lo hubiera querido. En año nuevo me llegan a la mente las decepciones, o por lo menos hoy así es, me llega a la cabeza el recuerdo de todos a quienes no voy a poder abrazar a medianoche, de súbito me percato que en pocas horas cenaré un platillo que no me gusta y que me deja un aliento tan intenso como horrible y que pocas horas después estaré lo suficientemente ebria como para olvidarlo todo. Es buena excusa para pensar que el tiempo humano de estos últimos 365 días fue tan pesadotraumáticotristísimo como maduradoractivoalegre; para saber que en mi tiempo, ese que no corre nunca y que no conoce la exactitud de manecilla, pasaron cien vidas de recuerdos. Tantos siglos para mí hacen que concluya que la mejor opción es que hoy, día para recordar todo, es mejor no recordar nada y perderse en la ilusión de ser otra persona, una sin más que recordar que su propio futuro, atascado de própositos de año nuevo que tal vez se cumplan... por casualidad.

11 de diciembre de 2006

Burocracia de artista



De repente le dio por no volver a pensar, descubrió que las ideas corroían su imaginación y no le dejaban crear con libertad: No podía pintar sin ahogarse en la reflexión absurda de si alguien ya habría pintado lo mismo; no podía escribir poemas sin preguntarse si tendrían (o deberían tener) algún sentido político, ya había escuchado que el escritor no puede mantenerse cómodamente fuera de alguna tendencia, ¿a quién estaría ofendiendo esta vez? Los poemas, terminaban siendo una larga carta de disculpa previa a cualquier ofensa, pero ésta se había esfumado en el olvido, quedando muy atrás de tantas preocupaciones absurdas que ahora enterraban para siempre la genial metáfora que, para empezar, lo había puesto a escribir.

Ya no más. Basta de raciocinio inútil, el verdadero artista debe aprender a dejarse llevar por los infortunios con la sonrisa más ingenua (porque será fuente de inspiración), a no preguntarse nunca si su genialidad es realmente única o especial; sólo saber que un buen día se levantó de la cama con la melodía más hermosa, la fotografía más sensible, el cuento más gracioso, pegado en el cuerpo como si fuera una lagaña raspando los párpados. Dejarse guiar por el impulso de retirarla del sistema y soltarla al mundo para que la juzgue como mejor le plazca ¡A quién le importa la crítica o las estúpidas reglas de la estética! Lo importante es dejarse drogar por la ventura, fumársela toda hasta toser y morirse de la risa pensando en lo fácil que es el libre albedrío cuando uno se guía por la pura belleza de sentirse flotando entre circunstancias.

Por supuesto, no está nada mal eso de no pensar -pensaban los demás-, pero entre circunstancia y circunstancia tampoco se puede dejar de lado las rutinas de pensador. Bañarse todos los días por ejemplo, uno puede divagar medio pacheco por la vida pero de vez en cuando es necesario voltear y atender la higiene personal: ya no lo dejan exponer a uno en cualquier galería vestido con harapos y oliendo severamente a perro mojado. También el artista come, y no cualquier cosa. Tampoco es posible dejar de pensar de manera absoluta porque las demandas por plagio, la mayoría de las veces injustas, ya han salido caras. Además siempre hay que pensar detenidamente qué decir al presentarse en una editorial aspirando que a uno le publiquen un libro y por ende resuelva el asunto de la comida.

Igual, dejar de pensar es la mejor opción. Aunque el mundo ya nunca estará hecho para dejarse caer tranquilo en el estado comatoso de la emoción. Es un hecho, ahora el artista se predispone a todo, es el artificio de una quizá no tan buena idea que lo mantuvo célebre el resto de su vida, encadenado para no volver a flotar.

Ya no hay soñadores sólo papeleo.